lunes, octubre 23, 2006

San Sebastián, Donosti


Me he encontrado un cielo color plomo que me ha recibido con una cascada incesante de lágrimas limpias. Durante el trayecto desde el aeropuerto de Hondarribia hasta el hotel y con el permiso de la lluvia excesiva, barrunto un verde fustigante en los bordes de la carretera que trepan hasta los picos de las montañas, en una disposición cromática que me resulta muy familiar.

He salido trotando a respirar calles y mar, he sobrevolado carrilles bici orillados de farolas victorianas, me he nutrido con txacolís y pintxos de variedad inacabables, he varado frente a edificios de coronas de sombrero de bruja, he intentado comprender…

Y no sé si me dejo un trozo del corazón o he metido a esta ciudad en él…

Como una mujer bellísima que amaste sólo una vez y no volvió a aparecer nunca más, Donosti me dice adiós desde un mar salvaje que se precipita eternamente contra las rocas en las que se acuna.

lunes, octubre 09, 2006

En busca de Bobby Fischer...


Había en la mirada a los ojos del adversario una liturgia mortecina que se diluía líquida en el sudor de las manos, las mismas que Don José Antonio Balas (entonces todos eran Don, pero él lo será toda la vida) nos obligaba a estrechar a nuestro oponente antes de empezar la partida, como él la llamaba. Pero no era una partida, era una llegada. Una batalla a muerte en la que solo una altiva figura coronada con una cruz en lo alto debía seguir en pie. Pero cuando el temblor en el rival hacía presagiar su sufrimiento interno, uno sentía un calor en el corazón que nada bueno hacía presagiar.

Aquellas tardes de lluvia y charcos, de ventanales goteados y débiles luces de biblioteca, de expectación y ajedrez se me colaron en el tuétano para siempre…

jueves, octubre 05, 2006

El niño de mi memoria

Hay en mi memoria insistente el grito ahogado de un niño silencioso. Sueña con puertas abiertas cuando el viento de la mañana le sacude la cara y sus lentejas dérmicas. Es un niño obediente, disciplinado, responsable y olvidado.

Tiene espejos de frente. Mi niño lleva los bolsillos repletos de piedras que tapan los rotos de la tela y piensa en un cofre donde sólo hay un aroma que lo rebosa y un sonido de trenes que parten hacia mañana.

El niño de mi memoria sueña y piensa. Moldea en las macetas un jardín azaroso repleto de animales de dibujo. Los sienta a la mesa y come con ellos.

La soledad del patio se cierne en torno a él, que la moldea…