lunes, julio 31, 2006

El alquimista y la abuela Fita

En la silla artesana sentada, fundiendo calostro de vaca y su leche, amasaba lo que en poco tiempo sería queso. El olor lácteo lo inundaba todo y ella me miraba por encima de sus gafas de pasta marrón y cristales tintados. Su ojo izquierdo no funcionaba por un desprendimiento de retina, pero yo no me lo creía. Ella lo veía todo.

El esparto me dejaba señalados los muslos, tortura que intentaba persuadir con masajes de los dedos corazón de ambas manos. Claro que para masajes y dedos, los que ella aplicaba a la masa que iba haciendo.

"Angelín, ¿ves cómo va cuajando?. Con paciencia y esmero, todo llega". Aprendí el proceso. La cocina de leña era su reino, pero ella además era druida. Mateca colorá y repápalos.

Años después, reecontré a la abuela Fita en las páginas de Paulo Coelho, y corrí al frigorífico en busca de queso cremoso. La carrera era acuosa.

"Cuando una persona desea realmente algo, el Universo entero conspira para que pueda realizar su sueño".

Vives en mí, abuela.

El bocadillo de mortadela...

Recuerdo que cualquier parecido con la ficción era mentira, y que el calor que despedía el escalón de la puerta de mi casa hacía que me sudara la espalda.

Tú tenías un cactus por corazón y sus púas se te hinchaban hacia dentro. Al menos eso pensaba a tu paso, cuando ignorabas que respiraba.

Aquel verano, el bocadillo de mortadela que comía cada tarde, quedó enterrado dentro de las fronteras de mis sandalias, arropado por tus dedos.

martes, julio 25, 2006

Lucy in the Sky with Diamonds

Lucy miraba cómo la luz de la lámpara se confundía con la de la pantalla de su pequeño y flamante portátil Mac de última generación. Siempre había pensado que un portátil pequeño (éste era de un tamaño de doce pulgadas de monitor) era lo que mejor le convenía a sus diminutas manos, para así deslizar sus dedos sobre las teclas en modo silencio, como gustaba de llevar su teléfono móvil de última generación.

Lucy se sumergía en las letras por que sabía que eran lo más parecido del cielo repleto de diamantes del que provenía. Aquellos textos que revisaba eran el papel de regalo que contenía los sueños de los que se alimentaban tantas personas...

Lucy miraba por la ventana y se dejaba llamar por las luces de la ciudad, se incorporaba y miraba hacía abajo, donde las aceras se teñían intermitentemente de personas o de mundos opacos.

Lucy sabía (supo) que la soledad era imaginada y voluntaria, y que su espíritu la necesitaba...

martes, julio 04, 2006

La niña del abrigo rojo

Hay una niña que me mira tras el cristal. Mi café humea y parece jugar con sus rasgos, pero sus ojos traspasan el vaho. Afuera la lluvia convierte todo en tonos grises, menos el abrigo rojo de la niña. Sus ojos, a pesar de su negrura, realzan sobre lo demás. Mis sensaciones se transportan al sonido de un secador de pelo y coplas, ladridos y la lluvia golpeando el suelo de barro. El olor de la tierra mojada.

No me he dado cuenta apenas de que la niña me ha sonreído y me saluda. Su pequeña mano dibuja círculos en el aire, y con él me envía vientos frescos. Me hace parpadear, dubitativo. Ya sé, niña de abrigo rojo. Nada es eterno.