miércoles, mayo 21, 2008

Allí...


Fue en una avenida teñida de sombreros y de paraguas. De amarillos zigzagueantes que bajaban veloces, de flores rotas en la acera, de bancos de forja húmedos, de fugaces miradas calentando el viento, de condenas ausentes por dimisión irrevocable, de fin de la pena orillada en el pecho, de condonación de la deuda maldita que ahogaba el desarrollo…

Llamé y me salí a abrir, por siempre ya, me salí…


lunes, mayo 12, 2008

A mi hermano pequeño...


El humo de mi puro pretende emular aquellos dibujos que Gandalf el Gris formaba en el aire. Era un navío tan bucanero como mi corazón saltarín, no sé si recuerdas…

Y desde allí, desde la curvatura imposible de aquel sombrero cenizo, salta tu sonrisa ventada y entonces comprendo la procedencia del dolor de mis pectorales laterales: de abrir tanto los brazos…

Recuerdo aquella mole de carne morena que vino a casa aquella mañana para quedarse.

Viniste en canasto de mimbre, como correspondía a tu nombre. No eras niña, como queríamos, pero fuiste simpático desde el principio.

Llevabas tablas de salvación sobre tus brazos, como correspondía a tu nombre. Menos mal que no tuviste que abrir las aguas de mar alguno, que para eso estuvieron bastones protectores.

Aquellos artilugios mecánicos que cayeron en tus manos, condenados a una resurrección imposible…

Para cuando la tormenta arreció tuvimos que unir hombros, tiernos y no formados.

Me recuerdas tanto a mí... Hoy eres grande, más que yo. Hoy eres fuerte, más que yo. El mismo ciclón revoleteando como siempre, el del impulso eléctrico, el que atrapa el color en un instante sobre la tela gris, el que se perdió una noche en La Habana...

Buscas la salida, cuando la tuya es la que procede directamente de una chistera.

Y por si me despista tanto ruido de aviones y de cifras, aquí te dejo esto escrito, Moisés…