domingo, junio 04, 2006

Aquellas conversaciones...

Recuerdo cuando nuestras conversaciones no tenían final. Tengo el sonido de una baldosa rota metido en la garganta y no me sale la voz… Soy como la tortuga de la metáfora budista. Nada en el océano, y saca la cabeza fuera del agua cada mil años. Y en ese instante y en ese lugar precisos, la cabeza pasa a través de un aro de madera que flota a la deriva. Mi perro (que no es mío, yo soy suyo) me saluda desde la memoria alzando el hocico, como durante aquellas conversaciones del principio que no tenían final.

El cielo está oscuro, y yo ya llevo la lluvia sobre la piel. Nuestra última conversación ya no tenía ni principio…